piedras flotantes

Desde siempre me han parecido increíbles (pero asquerosos) esos bichitos diminutos que pueden transportar el triple de su peso sobre su cuerpecito negro y minúsculo. Las hormigas que, como si fuese cosa del día a día, aguantan lo que les echemos encima (siempre que no sea un "dedo acusador")

Me acuerdo de ése anuncio de colonia, creo, que mostraba una chica flotando en un lago o un río, y las piedras subían y quedaban suspendidas bajo el cielo. Era bastante bonito...


Nosotros, como las hormigas y las piedras del anuncio, corremos el riesgo de hundirnos por nuestro propio peso. Por el peso de nuestra vida. Por el peso de nuestros recuerdos. Por el peso de nuestra conciencia. Por el peso del miedo. Si pudiéramos coger una balanza y comparar todo lo que nos hiere y nos hace daño con lo que pesa nuestro cuerpo, estoy segura de que nos creeríamos anoréxicos. Nosotros, bacterias en un universo desconocido, soportamos las consecuencias, elegimos cometer errores o aciertos, sufrimos, lloramos, reímos. Sobre nosotros se ciernen, como millones de espadas de Damocles, cada uno de nuestros terrores más profundos. Y caminamos junto al precipicio sin mirar al fondo porque creemos que no caeremos. Y si, por alguna de aquellas, caemos... lo normal es volverse a levantar aunque nuestro cuerpo esté sangrado y magullado. Y con nosotros nos llevamos las piedras del camino, como recuerdo, gratis.


Nosotros somos piedras flotantes...


La corriente nos llevará con nuestro destino...


Y una vez allí, nos hundiremos para siempre en el dulce sueño de la noche...


-Lo hermoso de las flores que crecen en el precipicio es que se mantienen en el borde sin caer. No os preocupéis, porque somos como flores. No hemos caído-