martes, 1 de septiembre de 2009

Jaulas y pájaros

No sé cuántas veces he oído eso de "átalo fuerte", o "que se lo curre". Tampoco lo de "que sufra un poquito". Entiendo que a veces, para quien ama, es más fácil servirse de tretas para atraer a una persona que darse por completo arriesgándose a salir herida.

Llamadme cobarde, pero a mi no me gusta jugar a esos juegos. No lo veo lógico. Amas a una persona, o no la amas. No hay términos medios, no se puede ser "parcialmente libre" o "parcialmente amado", como decía Keira Knightley en La Duquesa. Son palabras absolutas: amor, libertad, muerte. Nadie puede morir a medias. Nadie.

Hay gente a la que le gusta jugar. Gente a la que le dura poco la ilusión, gente que no sabe lo que quiere y lo que no, gente que no sabe amar. Está bien si eres consciente de ello, pero no cuando empiezas a fingir... cuando empiezas a fingir y a atar a otra persona... eso significa que no se está preparado. Cuando haces llorar a ésa persona que dices querer, cuando la dañas a sabiendas, o cuando se piensa antes en el propio placer que en el del otro... eso no es amor. Eso es ser mentiroso, contigo y con los demás. Y sin quererlo, sales perdiendo tú también porque te demuestras que eres tú mismo el único que te importa.

Y eso duele en el ego.

Al cumplir los diecisiete me di cuenta de que no tenía sentido quejarse del amor, porque no sabía amar. Estaba contaminada por el odio y por la sospecha, por el pasado. Lo que hice fue poner punto y final a toda relación que puediera herirme o herir a los demás. Estuvo bien limitarse a ser viento, ir de acá para allá sin ninguna atadura por un tiempo. Pero aún así salía herida. Luego me cansé y me juré no volver a sentir. Me salió bien porque soy obstinada, pero pronto el vacío comenzó a alimentarse de vacío, y me convertí en un fantasma.

No sentía nada, como mucho un ligero cariño hacia los demás, o una pena malsana hacia todo. Era un fantasma, y lo sabía. Y a veces me odiaba por ello, por no poder llorar por nada, o por ser tan fría como el hielo, o por ser distinta. Por suerte, y cuando menos lo esperaba, llegó alguien que me hizo volver a la vida.

Pero yo no quería hablar de éso.

Yo escribía para hablar de las jugarretas y de los trucos cobardes de los que se sirven algunas parejas para continuar unidas. Sinceramente, me parece repugnante. El dar celos, el hacer sufrir para sentirte necesitada, el atar bien fuerte a otro ser vivo para (realmente) sentirte realizada como persona. Puaj.

¿Es eso el amor? ¿Servirse de jugarretas y dobleces para que otra persona sienta una drogodependencia insana hacia ti? ¿Una drogodependencia que mata lentamente el cariño aunque sea eso lo que se quiera evitar? ¿Algo que hace daño a cada movimiento?
Yo creo que no.

Lo bonito no es tener un pájaro metido en una jaula para oírlo cantar. Lo bonito es que se pose por sí mismo en tu mano. En los cuentos (fuente de sabiduría popular) es así. El amor no es un grillete, sino una puerta abierta. Un jardín secreto donde refugiarse del resto del mundo. El decir cosas que no te sale decir en otro momento, el estar feliz de sentirse tonto y vulnerable, porque confías en que la otra persona no va a verte así.

Qué vidas más tristes las que dependen del dolor para ser felices. Y más cuando el dolor se esconde, como una fiera al acecho, entre caricias y besos. Una persona que dice quererte pero te hace llorar... realmente, ¿qué es? Nada más que una droga.

Personalmente, creo en el amor libre, en la paciencia y en el bálsamo de las caricias. Creo en errores que no pueden ni deben perdonarse (eso es querer demasiado-mala cosa- o querer muy poco) , y en que el tiempo siempre sana. No creo en la esclavitud las personas, ni en jaulas, ni en besos envenenados.

Eso sólo contamina, sólo mata.