sábado, 25 de abril de 2009

Muerte y sangre



Los cascos de los caballos resonaban en la piedra, en el crujir de la hierba seca y sobre la tierra quemada. Ni un solo relincho, ni una sola palabra, ni una sola duda.

Los jinetes avanzaban. Imperturbables, lentos pero seguros. Cloc, cloc, cloc. Las monturas movían sus cuellos y crines al viento con cada paso. Las placas de metal entrechocaban. Las lanzas listas, los estandartes alzados hacia el cielo. Un gran dragón surcaba las alturas rojo sangre con las garras extendidas, encerrado en la bandera de gules.

Silencio.

Silencio y tensión.

La línea enemiga emergió tras la colina. El cuerno de guerra lamió los oídos de los jinetes lenta, dolorosamente.

Bahuuuuuuuuuuu

El sol, parapetado tras las nubes grises de tormenta, arrancó un destello a las puntas de las lanzas, a las armaduras de metal tanto de hombres como de caballos, a las espadas y los cintos.

- ¡Quietos!

La caballería se detuvo al instante. A sus pies, una amplia colina de hierba seca. A lo lejos, tras una colina, el ejército enemigo. Un ejército aterrado.

Brogh olía la muerte en el aire. Podía oler los rayos sobre sus cabezas, un escalofrío electrizante que le recorría la columna vertebral. Quizá un dios pensaba castigarlos por su crueldad. Algún noble daba su discurso allí delante, pero él no lo escuchaba. Estaba cegado por el instinto. Todos los hombres rugieron a una, alzando las armas. Brogh se sumó a ellos lanzando un grito aterrador.

Tenía sed. Sed de sangre, sed de gloria y victoria. Se llevó la mano al pecho, donde el emblema del dragón rugiente desafiaba a sus enemigos. No permitió que el brillo le cegara. Alzó el rostro y clavó sus ojos oscuros en el enemigo. Unos ojos inyectados en la locura de la batalla que aún no había comenzado. Aferró con más fuerza el puño de su espada. Los cuervos graznaban allá arriba, y trazaban círculos sobre sus cabezas. Esa noche tendrían su festín.

-Violad a sus mujeres. Esclavizad a sus hijos. Matad a sus hombres. El resto, que arda.

Paso.

El garañón de batalla, negro como la pez, piafó inquieto al oler los cadáveres de la batalla anterior. Los pocos pájaros carroñeros que quedaban alzaron el vuelo con chillidos airados. Los cuerpos estaban a medio pudrir. Algunas armaduras estaban casi vacías, como las cuencas de los ojos de los muertos, como sus bocas sin lengua y sus pellejos sin alma. Brogh a penas los miró, no estaba allí para tener compasión. Él estaba allí para vencer o para morir.

Trote.

Saliva y sudor de caballo, espumosa y blanca. Como el mar. Como los cabellos de los muertos. Los cascos retumbaban, el enemigo avanzó. Sus ojos irradiaban fuerza y furia, su semblante, destrucción. La tierra había pasado a ser roja al regarse con sangre. Algunas flores de color carmín habían brotado de ella para ser arrasadas de nuevo. Segadas, como las cabezas que adornarían las picas de su Reina. Hincó los talones en los flancos del semental.

Galope.

Las marea de muerte avanzaron por la colina. Sería un choque frontal. La calma que precedía a la tempestad se había roto, y ahora el viento arrastraba los gritos, oraciones y relinchos. El entrechocar del acero. El crujir de las lanzas astilladas. El rasgar de las vestiduras y los estertores de la batalla. El manar de la sangre.

Vencer o morir.

Vencer o morir.

Brogh dejó de sentir y se entregó por completo a la rabia asesina. Dejó de ver. Dejó de oír. El tiempo se detuvo con cada estocada, con cada amenaza, con cada corte y desmembramiento.

En su mente sólo permanecía un pensamiento que eclipsaba a todo lo demás.

“Muerte y sangre”

Y se fundió con la tormenta, que estalló sobre las miles de cabezas.

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Valar Morghulis (All men must die)






Esto es lo que me viene a la mente (y al corazón) cuando escucho Warriors of the world. Altivez y fuerza. Un sabor de tiempos mejores.

jueves, 23 de abril de 2009

Hoy, día X

Es mundialmente conocido lo mucho que me gusta llamar a los días por letras, sobre todo por la antepenúltima del alfabeto. La X, esa gran desconocida.

Me he despertado tarde, a las 6:30 (no, no es que quiera levantarme a esa hora, es que si no me levanto a las 6 mi velocidad corporal no alcanza para tener su culo aposentado en el asiento del metro que DEBO coger por mi vida a las 7:22). Me he tirado un cuarto de hora dormida en el baño, que si llega a entrar mi padre se piensa que he muerto en condiciones fatales y/o deshonrosas para la familia.

He llegado al metro a las 7:24. TARDE. No sé de qué me extraño.

Me quedo en el andén. Decía que el próximo metro era Bétera.

"¡Vaya! ¡Mira qué suerte, he perdido el de Seminari pero puedo coger otro! ¡Y gratis!"

(Ay, ¡angelico!)

El caso es que me espero en el andén... "conyoya, que frío que hace!" pensaba mi cabecita mientras todos los pelos de mi cuerpo se erizaban como escarpias ante la leve brisa matutina (*insertar música celestial aquí*)

Y entonces, sólo entonces, aparece Mamá Innombrable vestida de Tigresa del Oriente.

- Perfecto, y yo con estos pelos

Es entonces cuando cunde el pánico y el horror en mi interior interno y empiezo a poner en práctica el manual de supervivencia:

1_Intento evitar el contacto visual convirtiéndome en arbusto: EPIC FAIL
(creo que me falta práctica)

2_Intento evitar que me reconozca poniéndome el flequillo en toda mi cara de sobada, simulando ser el Primo Eso de la Familia Adams.
(lo creáis o no, dio más resultado que el paso 1)

3_Intento convencerme de que Mamá Innombrable no existe, sólo es una ilusión óptica causada por mi delicado estado mental: EPIC FAIL

Mientras tanto: Mamá Innombrable me mira tras sus gafas. Finjo que no me doy cuenta. Me fulmina con la mirada. Sobrevivo... ¡Y pasa de largo!

5_ Intento poner espacio entre Mamá Innombrable y mi integridad física

Entonces pasa el metro. ¡Bien! ¡Dice en el cartelito que es Seminari, lo dice con letras rojas que parpadean! ¡Y no estoy loca!

6_ Subo al metro. Es más, subo al metro con presteza.

7_ Mamá Innombrable se sube... en el mismo vagón. Mi expresión facial cambia como la de Yano, el Cuentacuentos Interactivo.

(Este es Yano, para los que no tengan el placer de haberlo conocido en la tele)

8_ Repetición del punto 5. (No, de la rima no. Del punto 5)

9_Mi integridad física es salvada por un señor gordo que me oculta de Mamá Innombrable. Y me pregunto: ¿Dónde coño estaba ese señor en el andén?

Me pongo a estudiar. A primera hora tengo examen de Historia y no me lo sé. Entonces me llama Sulik (http://tabernaenelcamino.blogspot.com/) y me alegra la mañana. Cuando vuelvo a retomar la conciencia de mi existencia en las entrañas de un metro, Mamá Innombrable ha desaparecido de mi vista. ¡Bien! "Bueno, pongámonos a estudiar historia, porque te van a catear", me he dicho.

Y he estudiado.
Y he seguido estudiando.
Me he hartado a estudiar.

Es más, he estudiado tanto que no me he dado cuenta de que me había equivocado de metro y que acababa de pasar Empalme hacía dos paradas. Mierda. Cuando levanto la vista estaba en un lugar perdido llamado Benimàmet.

¿Benimàmet? Yo no sé qué estaría pensando quien le puso el nombre al pueblo, pero en figuritas de Lladró no era.

(casa típica de Benimàmet)

Con suerte cojo a las 8:17 un transbordo que pasaba por Empalme. ¡Uf! Me queda casi un cuarto de hora para llegar, y si calculo que el profesor deja entrar en clase hasta 10 minutos más tarde de las 8:30 y que de Seminari a Empalme hay casi veinte minutos... ehm... quizás llego.


Llego a Empalme. En cuanto piso el andén llega el metro en el andén de enfrente. Me pego la carrera del siglo para alcanzarlo. ¡Y lo alcanzo! La suerte me sonríe, por fín!

Dentro del metro ponía las 8:18. En el reloj de fuera ponía las 8:25. Algo no me cuadra.

"No, si al final aún voy a llegar a tiempo al examen y todo" me dijo una voz interior. Pero no sé por qué, mi sentido arácnido me decía que tu tía María (en tanga de leopardo a ser posible). Bueno, mi sentido arácnido y mi reloj, que me insistía en que eran las 8:24.

... largo silencio de 20 minutos en el que mis santas posaderas descansan en el mullido asiento del metro correcto....

8:46_ subo las escaleras del SacroCeu echando el pulmón por la boca. No puedo contener mi felicidad al ver que hay humanos tan ineptos como yo llegando tarde. Me arrimo a ellos con mi fe inquebrantable en la raza humana. El profesor se asoma, y nos dice...
- FUERA DE AQUÍIIIIIII!!!!!

Vale.

Una de las chicas me invita a unirme a los renegados (que se van a la cafetería).
- Ehm... esto... es que tengo que ir a... a... ¡La sala de ordenadores! ¡Sí, eso!

(para demostrar que no soy tan frikaza como ellas piensan, sí señor)

Voy a la sala de ordenadores. Sola. Está vacía, salvo por La-Tipa-De-La-Sala-De-Ordenadores, que me mira con asco hasta que encuentro una silla de mi agrado entre todas las demás sillas (vacías).

Busco el botón de ON.
No hay botón de ON.
Es un Mac.
Sigo buscando el botón de ON.
...
¿Qué hay que hacerle al bicho este para que se encienda? ¿Apretarle la manzanita?

Opto por escribir esta entrada a mano. La-Tipa-De-La-Sala-De-Ordenadores está partiéndose el culo de mí, lo sé. ¡Putas manzanitas!

¡Y no me sé el examen!

[a estas alturas me doy por vencida y abandono la sala de ordenadores con toda la dignidad posible]

Y no acaba aquí.
No.

Cuando por fin me abren la puerta de clase (a las 9:35) entro, dejo mis cosas y me pongo a atender como si me fuera la vida en ello. Nos ponen un DVD-documental para que tomemos apuntes cual posesos. No levanto la vista de la hoja en toda la puta clase. No estudio lo que debería repasar por si me pregunta. No hago nada excepto lo que el profesor manda hacer.

Acaba la clase.
El profesor me mira.

-Tú y Marta sois unas charlatanas. No habéis parado en toda la clase. Debería darte vergüenza habiendo llegado tarde.
- ¿Perdone, es a mí?- Marta se despierta después de la laaarga siesta de hora y media que se acaba de pegar.

...
Manda huevos, manda huevos.

domingo, 12 de abril de 2009

El hilo



Aquella mañana corría bajo la lluvia sin paraguas. Aunque el cielo estaba gris, su luz no me pareció fría. El agua no empapaba, no helaba... quizás es porque te sentía a mi lado, te sentía protegiéndome. El frío no existía, tampoco el reloj ni todos aquellos que me rodeaban. No había nadie que pudiera rozarme. Fantasmas, fantasmas que no pueden compararse a tí.

Te recuerdo en todos lados, en cada aroma, en cada sonrisa. Doy un abrazo fuerte al viento y es como si pudiera sentirte. Sé que el aire lo llevará lejos, muy lejos, hasta que te encuentre y te estreche. Sé que te susurrará al oído cada frase que te dedico. Sé que me devolverá tu sonrisa lejana. Vienen a mí diferentes palabras: purificación, resurrección, infinito, destino...

La tormenta ya no me amenaza, simplemente me limpia. Abandono el pasado, el presente, el futuro. Ahora realmente existo, haces que sea "yo". Haces que se pare el tiempo y a la vez que corra demasiado rápido. Pura teoría de la relatividad, puro tú. Me siento viva, no me cuesta alzar los ojos al cielo. Lejos, más allá de lo que alcance la vista, estás tú. Lo sé. Lo siento. Me sientes.

Tus ojos oscuros, nobles, profundos. Del color de la tierra, de la vida...
¡de la vida que me has dado!

La noche se rinde, se rompe en pedazos, se hiende. Se postra ante tu llegada. Ha acabado el camino trazado. Tras la sombra amanece, se abre un valle infinito. Y te veo a través de la distancia con los brazos abiertos y ése gesto dulce. ¿Puedes oírlo? Grito tu nombre al viento. El hilo nos acerca, nos junta, nos ata.

Y lo único que puedo hacer es sonreír
y verte sonreír conmigo.