sábado, 17 de enero de 2009

Amelie...



A todos nos gustan las cosas pequeñas. Canicas de cristal, hebras de cabello, cajitas de música, juguetes de la infancia, baratijas brillantes, conchas de playa, piedrecitas pulidas, pendientes desparejados, plumas de ave, frasquitos de colonia, alas de mariposa, aromas, recuerdos. Tienen algo de magia propia, belleza delicada y brillo cristalino que hacen que nos mueven a guardarlas como diminutos tesoros que no valen nada y que, para el ojo humano, tienen todo el valor del mundo.

A eso me recuerda la banda sonora de Amelie, a ése montoncito delicado de tesoros inútiles que cada uno guarda en una caja de zapatos, casi avergonzado, en lo más profundo del armario. Como las pequeñas hadas salidas de los sueños de los niños que se pierden al crecer, por mucho que queramos evitarlo.

viernes, 16 de enero de 2009

auuuuuu



Guau!!!! :)

[no voy a poner más xq estoy de exámenes]

sábado, 10 de enero de 2009

Cartas a un recuerdo

Para mí, que creo sinceramente en pocas cosas, eso de perder en lo único que consideraba cierto me abrió una herida supurante en el corazón. Una herida que se fue haciendo más y más grande cuando os buscaba en las caras y los ojos de otras personas, en sus palabras, en sus brazos. Mi corazón supuraba y la fiebre me subía. Me envenené de ponzoña contra todo lo que habíais representado. Dejé que la oscuridad me devorara y me dirigiera como si fuera otra vez aquella niña triste y gris de mi infancia. Recuerdo perfectamente que no veía los colores con la misma claridad ni levantaba la vista del suelo. Las personas eran manchas borrosas que se movían a mi alrededor, y que aquél silencio agotador me hería cada vez más hondo.


En aquellos días creía que no debía necesitar a nadie. Rechazaba las manos tendidas como un perro apaleado, me perdía en cualquier sitio, no quería que me diera la luz y me echaba a llorar cuando nadie me veía. No hablaba con nadie, no miraba a nadie, y acabé por perder toda esperanza. Necesitaba tiempo, necesitaba razones… Nunca me sentí tan sola como entonces, viéndoos felices a dos mesas de distancia mientras yo, abatida y medio muerta, intentaba entretenerme garabateando las libretas al otro lado del muro de hielo que había construido contra mi voluntad.


No podía entender nada. Pensé que huir como había hecho siempre sería la solución. Incluso pensé en cambiarme de instituto para hacer lo que quedaba de bachillerato sin sentirme tan sola en aquella multitud. Pero, como ya he dicho, había perdido toda esperanza en volver a sentirme viva como antes. Decidí que debía hacerme fuerte, crecer en medio de aquel lugar que era como una cárcel para mí, como un torturadero. Creo que los demás me veían como un fantasma, y eso, precisamente, es lo que yo era.


Cuando subía al coche después de aquellas seis horas lloraba en silencio sin que mi madre se diera cuenta. Al llegar a casa me abandonaba en la cama y pasaba horas y horas mirando cómo se hacía de noche al otro lado de la ventana. Cuando él me llamaba y me decía todas esas cosas que me hacían sangrar siempre acababa llorando y odiándome, pero era el clavo ardiendo al que me aferraba. Debía permanecer allí tendida, a la espera de que todo pasase. Sabía que era malo para mí, que estaba actuando como una estúpida… pero necesitaba que aquél teléfono sonara, necesitaba sentir que no estaba tan sola como creía, aunque fuera todo una mentira. Como una nana que me cantase a mí misma antes de dormir. Si perdía algo más, lo que fuera, acabaría saltando. Y tenía que sobrevivir. Era por mi propio orgullo.


En aquella época tuve tantas personalidades que perdí la verdadera. Por fuera era una niña débil y desvalida que necesitaba a los demás para seguir adelante, como un perrito. Ladraba, me revolcaba por el suelo cuando me hacían una caricia y movía el rabo con cada tontería que me dijeran. Pero por dentro llevaba el abismo más vacío que jamás he sentido. Pasaba el día con tanto miedo a caer que no podía sentir nada más. Ciertamente estaba congelada, y nada ni nadie podía ayudarme a salir de allí. Pasé a fingir que estaba bien, que todo había pasado ya, que era una niña tonta que no se daba cuenta de nada. Y pensé que así sería feliz, que si fingía durante el tiempo suficiente al final se convertiría en realidad.


Pero no fue así. Mi corazón aún no se había recuperado, seguía supurando en silencio y me estaba desangrando. Las máscaras empezaban a agrietarse. Con la llegada de la primavera todo el muro de hielo que me había empezado a construir se fue disolviendo. Y mi verdadero yo, ésa persona rara, oscura y fría, empezó a asomarse por los agujeros por mucho que me esforzara en ocultarlo.

Dejé de hablar.

Dejé de reír.

Dejé de escuchar.

Comía en silencio y disfrutaba con él. Los demás me molestaban. Cada comentario cruel me clavaba un cuchillo directo en el alma. Empecé a odiar a todo el mundo. Deseé que desaparecieran. Me dejé echar. Sabía que no iban a echarme de menos. Yo no encajaba allí. No encajaba en aquel edificio de ladrillo ni en ninguna de sus clases… o eso creía.





Y en aquél momento, un desconocido y alguien que nunca habría pensado que volvería me cogieron cuando estaba a punto de saltar al vacío.



lunes, 5 de enero de 2009

Ésa patética vida.



Hacía bastante tiempo que no contaba algo estríctamente personal por aquí. Algo de mi vida privada, de cómo me ha ido el día o de cómo me siento. En un principio esto iba a ser como un diario donde contar mis aventuras y desventuras, pero poco a poco se ha ido haciendo un blog más "frío", sin tanta frescura ni espontaneidad como tenía antes o como a mí me gustaría.

Ya no digo las cosas claramente, sino que las escondo detrás de historias o dobles sentidos, ya no es algo tan "mío". A demás, últimamente no es que tenga mucho de lo que hablar: mi interior está demasiado quieto, y solo a veces sopla un poco de viento en este mar con calma chicha. Tengo miedo de que al haber cambiado el año, el 2009 traiga una tempestad aquí donde el 2008 sólo me trajo tranquilidad, paz conmigo misma y estabilidad espiritual.

Pero tampoco hay que olvidar que cuando se consiguen esas cosas se tiende a "olvidar" otras. El tiempo se hace estirable, como un gigantesco chicle rosa. Se dejan las cosas importantes para más tarde o simplemente se descuidan. Al estar en este momento tan zen las cosas que deben hacerse se dejan para más tarde o se olvidan sin querer. Es... es como en un noviazgo, ¿no? Al principio es genial, todo es bonito, cursi, repipi hasta la muerte y no se puede pasar el uno sin el otro. Pero luego esas cosas se van dando por "normales" y se van descuidando. No sé. Yo me entiendo. No es que me haya olvidado de nadie, ni que sólo quiera estar sola, ni que haya dejado de querer a mis amigos. Es que no sé... Bueno, no sé cómo decirlo. No soportaría que se marchasen, pero no puedo echar el lazo. Algo así. Supongo que se me pasará. Pronto. Voy a hacer un gran esfuerzo para ellos.

Bueno, pues hoy ha soplado un poco de viento del cambio, y estamos a día 6 de enero.

No es que las cosas me estén yendo muy bien. Al contrario, el ambiente a mi alrededor está enrarecido, y no sé si me importa un bledo o si he levantado tantos muros que ya es difícil que nada me toque. A lo mejor es lo segundo, a lo mejor es que soy una cobardica, no sé. No es que me dé igual lo que pase en mi familia, es que sé que es algo donde no me puedo meter. Yo no puedo hacer nada para solucionar nada, y tampoco quiero quedarme en medio. Me limitaré a lo de siempre: esperar a que baje la marea, y luego valorar los pros y los contras. Sólo que aquí tampoco tengo nada que valorar.

Otra cosa es que no sé qué estoy haciendo con mi vida. Todo éso de periodismo suena muy bien. Pasarse la vida escribiendo y que la gente te lea. Dar a conocer historias para dar que pensar a la gente. Ir de acá para allá conociendo gente que cuente su vida y te haga ver el mundo de otra manera, cambiar, abrir horizontes. Aprender palabras nuevas, aumentar vocabulario, vender una nevera a un esquimal en el polo norte...

Sí, todo eso está muy bien, pero... ¿eso no es ser escritor?

En realidad yo quiero ser escritora, no periodista. A mí eso de la actualidad me importa lo que vulgarmente se llama un carajo. Me da igual cómo se llamen los nietos de la vicepresidenta del gobierno. Me da igual qué cantante fue a Torremolinos el día anterior. Me da igual el porciento que suba el IBEX 35 y me da igual que la producción de zapatos esté estancada desde el 2003 (no sé si es el caso). Me da igual qué grupos pasen a quinta división en el distrito de Manchester.

Lo que pasa en el mundo me la trae floja.

Las asignaturas tampoco es que me importen demasiado. No puedo escribir con mi estilo en los exámenes, tengo que usar frases de niña pequeña. No puedo usar los verbos que quiero. No puedo usar adverbios. No puedo añadir conclusiones (lógico y normal). No sé cómo dirigirme a un público hostil ni cómo expresarme sin ser yo misma. Me siento incómoda, rígida, como si estuvieran metiéndome a presión en un frasco de cristal.

Ya me han dicho (y supongo que tienen razón) que si me tengo que guiar por las asignaturas de primero, que me dejaré todas y cada una de las carreras que coja. No sé. Periodismo no es lo que esperaba. Es frío y vacío, como unas oficinas de ciudad. Es cierto que no me aburriría, todo el día de acá para allá haciendo cosas nuevas... ¿y qué, si son cosas que no van a llenarme? Estoy desmotivada y paso de todo, no veo que sea un sitio creativo como creía, ni me interesa, ni me apasiona. Nada.

¿Qué hago yo allí?

Luego está lo de que no es una universidad pública. El dinero que mis padres se han dejado allí, ¿cómo se lo devolvería? ¿Dejando la carrera? No. Ni de coña. Sé que pensar eso es como un pez que se muerde la cola, pero así lo veo yo. A lo mejor estoy desvariando un poco.

Y, por último, por mucho que los ojos me hagan chiribitas, me sonroje y se me ponga ésa estúpida sonrisa en la cara, no voy a entrar en Bellas Artes. A parte de que mi madre no lo soportaría, no creo que pudiera ganarme la vida así. Estoy segura de que es mi vocación, y de que me encantaría hacerlo... pero no. Toda la vida me han estado diciendo (y creo que con razón, pero tampoco estoy muy segura ni quiero ofender a nadie) que ésa carrera no va a abrirme ninguna puerta, que hay millones de personas pegándose por estar allí, un ejército de gente que tiene un "don"... y que acaban en la calle. Lo más triste es que SÉ que en Bellas Artes disfrutaría como una enana, viviría en el mundo de la piruleta y a mi alrededor todo tendría lucecitas y estrellitas. Pero no.

No sé qué hacer.
Tampoco creo que vaya a hacer nada.
Me limitaré a seguir, a esforzarme por aprobarlo todo.
Y si el trimestre que viene sigo igual... pues tendré que tomar una decisión.


Muchas gracias por pasar, y disculpad por la paja mental que acabo de hacer.