historias cortas para vidas cortas

El ángel paseó al borde del abismo, mirando al fondo. Sus alas relucían blancas, inmaculadas, como perlas talladas. Estrechó los ojos, intentando alcanzar con ellos el fondo. Estaba tan abajo... Unas manos se posaron en su espalda y lo empujaron a la oscuridad. No podía abrir las alas. El viento rasgaba sus plumas cuando lo intentaba, le dolía. Y no podía evitar caer...

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Cuando era pequeña era muy lista. Supongo que podía tachársele de fría y seria, de impasible, a demás, tenía una soberbia impropia a sus años. Era una niña extraña a la que le costaba (y le sigue costando) hacer amigos. Le gustaba ser líder de sí misma y de nadie más, por eso solía escaparse al bosque y caminar hacia donde le guiasen los árboles y el viento. Cuando sentía la energía de la tierra bajo sus pies, se sentaba en el suelo y cerraba los ojos. Escuchaba los pájaros, las nubes deslizarse, la hierba susurrar al aire canciones dulces. Cuando tuvo edad suficiente, se compró un arco e iba a practicar tiro al bosque que la vio crecer. Aun así el tiempo se escurría y poco a poco abandonó las flechas, el arco, los paseos a solas, olvidó las canciones de la tierra y su soberbia. Y cambió.

Pintó permanentemente una sonrisa en su cara que ella misma odiaba, pues creía que la hacía parecer tonta, pero a la vez le permitía hacer amigos. Se olvidó del orgullo y pasó a retroceder ante enemigos que en realidad despreciaba por temor a hacerles daño. Empezó a hablar de cosas vanales para llenar los silencios que antes la envolvían de respeto. Pasaba con la cabeza gacha ante las personas que no conocía. Y tanto tiempo pasó fingiendo olvidar a esa niña que tiraba con arco y disfrutaba de la soledad que realmente la perdió y solo alcanzaba a descubrirla a veces, escondida tras los árboles de su memoria.

Ahora que todo ha cambiado solo recuerdan a la niña los que la conocen de toda la vida, aquellos que en sus ojos domados siguen viendo a la pequeña bestia correr con los brazos abiertos hasta perderse en las sombras. Y para los demás, es una necia cualquiera en una ciudad cualquiera.

La echa de menos.