mi maleta

Hoy me paro en el camino y reviso mi maleta, buscando algo en ella sin saber el qué. Necesito algo para seguir la ruta hasta mi destino, pero... ¿el qué?

Me encuentro mis utensilios de trabajo al principio, nada más abrir la cremallera: todo lo que nunca te dije, la rabia contenida por una educación férrea, los silencios llenos de palabras, un frasco medio lleno de esperanza, las miradas directas a los ojos, una gramola con nuestras canciones, una caricia olvidada, un beso de despedida, una sonrisa que muestra todos los dientes, una rosa marchita, un trocito de confianza despegado del sitio, un cristal de color verde, una botellita de fe en los demás, una tableta de chocolate, unos polvitos mágicos para volar, y unas gafas de sol para días de lluvia.

Más abajo, empaquetadas con mucho cuidado, y con un lazo para que no salgan de allí, encuentro todo aquello que una vez utilicé pero ya no uso: Las sonrisas cansadas, la facilidad para decir mentiras piadosas, un abrigo de pieles, un amor no correspondido, un vídeo de una niña montando en bicicleta, la ira que oscurecía el cielo sobre mi cabeza, una revista rellena de palabras vacías sobre belleza, varios ibuprofenos, el aura de frialdad, un abrigo impermeable, un diario que dejó de ser secreto, un "te quiero" a medio sentir, un pedacito de infancia, un precio y la mitad de un corazón.

En uno de los lados de la bolsa de viaje encuentro todo aquello que me han regalado: Las dudas, la admiración secreta, el amor y sus caras, la mirada de un desconocido, la daga de la traición, la confianza moribunda, la jaula donde estuve presa, la venda con que me tapé los ojos, ecos de palabras crueles, un beso tierno en los labios, un anochecer a través de tus ojos, aprender a adivinar las cosas que se callan, un diccionario para traducir los silencios, las quimeras y un hada azul.