viernes, 22 de mayo de 2009

cuídate




Ayer te vi partir sin rumbo, amor. El mar aullaba tu despedida y el viento tu nombre. La luna brillaba sobre las olas como si fuera a romperse en mil pedazos y la sombra de la noche sobre tí se cernía.

Allí me quedé, con la esperanza en las manos y el corazón huído. Doce piedras hundieron mis hombros y mi ánimo. El dolor del adiós me consumió días enteros, mi vida se fue hacia donde resonaba el eco de tus pisadas.

Y recordé entonces el cuento que de niña aprendí, en el que las Damas del Mar se quedaban con todo hombre que la tierra abandonó. Y mojándome los pies en el agua me pregunté si a tí te arrebatarían el aliento, y a mí el corazón.

Ten cuidado con las sirenas, marinero.
Que el viaje es largo y su golpe certero.
Cuídate de sus cantos, marinero, vuelve a mí.
Pues no habrá otros brazos que, tras la tormenta, te cuiden así.

Yo te esperaré bajo la lluvia y junto al mar. En la noche tejeré con estrellas una senda para tu regreso, durante el día recordaré el tiempo que compartimos. Y cuando por fin llegue el día esperado en el que en el horizonte asome tu bandera, el tiempo habrá pasado tan lento que del reloj no quedará ni la arena.

Cuídate en tu viaje, joven vagabundo.
Que las noches son frías y el mar profundo.
Cuídate de las canciones de viento y mil batallas,
pues no quiero que para siempre tú te me vayas.

Y ahora, sentada en la orilla, puedo ver tu luz y tu camino. Sólo con cerrar los ojos imagino la estela que dejó la quilla sobre esta calavera de sombra, sobre este cuerpo torturado. Y cuando el mar te devuelva, moribundo, hasta mí, yo te cubriré de caricias prohibidas y noches sin fin.

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