sábado, 17 de enero de 2009

Amelie...



A todos nos gustan las cosas pequeñas. Canicas de cristal, hebras de cabello, cajitas de música, juguetes de la infancia, baratijas brillantes, conchas de playa, piedrecitas pulidas, pendientes desparejados, plumas de ave, frasquitos de colonia, alas de mariposa, aromas, recuerdos. Tienen algo de magia propia, belleza delicada y brillo cristalino que hacen que nos mueven a guardarlas como diminutos tesoros que no valen nada y que, para el ojo humano, tienen todo el valor del mundo.

A eso me recuerda la banda sonora de Amelie, a ése montoncito delicado de tesoros inútiles que cada uno guarda en una caja de zapatos, casi avergonzado, en lo más profundo del armario. Como las pequeñas hadas salidas de los sueños de los niños que se pierden al crecer, por mucho que queramos evitarlo.

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